“El proceso de destrucción de la democracia colombiana está acelerado.
Formulo la pregunta directamente: “¿Colombia se está convirtiendo en Venezuela?”. Y, en reverberación, insisto: “¿Petro está mutando en Maduro?”.
“Sin ninguna duda. Fíjate, hasta se viste igual, con la camisa roja y la espada en la mano”. Quien me responde es Ingrid Betancourt, a quien tengo el honor de entrevistar para 'Punto Rojo', el programa de especiales que estoy haciendo en Dnews, la señal televisiva que se emite para toda Latinoamérica. Durante una hora de conversación, Betancourt va desgranando, como si fuera un rosario, cada uno de los pasos del deterioro actual de la vida colombiana, cuyos datos en términos de violencia, drogas y erosión democrática son escalofriantes. Ella misma me explica que, después del atentado a Miguel Uribe -que atribuye directamente al presidente Petro-, se marcha de Colombia porque no se siente segura. Conoce muy bien lo que es la violencia política, con sus terribles seis años de secuestro en la selva en manos de las FARC. “¿Te rompió el secuestro?”, le pregunto, medio azorada, y ella rebate: “no es que me rompiera el secuestro, es que vivo rota”. Y entonces asegura que Colombia está volviendo a los tiempos de Pablo Escobar, que zonas enteras del país están en manos de guerrillas y grupos delictivos, que la mutación de Petro en Maduro va acelerada, y que hoy se produce más cocaína que en los tiempos de 'Narcos'.
“¡Sí, es cierto!”, me responde cuando se lo pregunto a otra gran dama de la política colombiana, la exministra de defensa y exvicepresidenta Marta Lucía Ramírez, a quien entrevisto días después. Y me recuerda el reciente informe de la ONU, cuyo título no deja lugar a dudas: Colombia produce el 67% de la cocaína del mundo, ha aumentado su producción un 53% y la superficie dedicada al cultivo ha alcanzado las 253.000 hectáreas. Ramírez también denuncia el severo deterioro de la democracia colombiana -“sufrimos una regresión de 30 años”- y apunta a Petro como responsable del empeoramiento de todos los indicadores de alarma: inseguridad, violencia, drogas, fiabilidad democrática. Con un dato añadido, que sacude sensiblemente el panorama: el reclutamiento forzoso de niños y adolescentes para las guerrillas, la mayoría provenientes de zonas indígenas. Y a coro, aunque en tiempos distintos, tanto Ingrid como Marta me aseguran que hay zonas de Colombia, especialmente las situadas en la frontera venezolana, que están fuera del control del Estado. “El proceso de destrucción de la democracia colombiana está acelerado”, asegura una de ellas, y la otra asevera, “con Petro todo, todo ha ido a peor”.
Si la mirada se amplía a toda la región, los indicadores son igualmente preocupantes. Por ejemplo, en otra entrevista con Diana Salazar, exfiscal general de Ecuador, responsable de grandes causas contra el narco y la corrupción -instruyó el caso que derivó en la sentencia contra Rafael Correa-, me asegura que ha aceptado el cargo de embajadora en Argentina como protección: “en Ecuador no pueden garantizar mi vida”. La preocupación no es infundada. Según Insight Crime, Ecuador se sitúa como el país más violento de Latinoamérica, con un asesinato por hora. Solo en los primeros 50 días del año se documentaron 1.300 homicidios. Perú y Bolivia va a la zaga. Pero el principal foco de desestabilización es el eje bolivariano, que, a su deterioro global, añade su alianza con Irán, que ha permitido que los activos de Hizbulá campen a sus anchas por el territorio y dominen completamente la triple frontera. De ello hablo también -'zoom' en clandestinidad- con María Corina Machado, que lanza un órdago a futuro: “Venezuela es un 'hub' criminal. Cuando echemos a Maduro, lo transformaremos en un 'hub' energético”. De momento, Maduro resiste, represión mediante, y con este panorama en la región, la 'bolivarización' de Colombia dispara sensiblemente la alarma.
Y, mientras todo ello pasa, las izquierdas de nuestros lares elevan a los altares a estos régimenes corruptos y autárquicos que han destruido la región. Lejos de defender la lucha democrática de quienes denuncian la represión y la corrupción de los Maduro, Petro y compañía, continúan presentándolos como defensores del pueblo. Es una perversión ideológica incomprensible, o no tanto... Al fin y al cabo , son los mismos que elevaban a los altares a los Fidel Castro de antaño.